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México bajo ataque. Reflexiones criminológicas




Fecha: 2022-08-15


Por Roberto Alonso Ramos Erosa 

En menos de una semana cuatro estados de la república mexicana se vieron fuertemente asediados por grupos de la criminalidad organizada. Guanajuato, Jalisco, Chihuahua y Baja California Norte, sufrieron los embistes armados que dejaron víctimas fatales, numerosos heridos, autos quemados, bloqueos en las calles y cuantiosos negocios dañados.

Las versiones más difundidas apuntan a que esta serie de ataques se presentó en respuesta a algunas peticiones que exigían los grupos de la criminalidad organizada. Pero es necesario analizar de manera crítica y profunda el trasfondo de todas estas intervenciones armadas.

Independientemente de que existieran exigencias, cualquiera que haya sido la naturaleza de estas, la barbarie que se desencadenó en los cuatro estados es un mensaje irrefutable que lleva como objetivo la muestra (se puede decir de desmesurado) de poder a través del sometimiento. Pero no hablamos del sometimiento de una persona sobre otra, ni tampoco de un grupo sobre otro grupo, hablamos de un sometimiento a otra escala: el de una ciudad completa.

Cuando en criminología nos referimos a los niveles de interpretación, hablamos de delito (acto), delincuente (actor) y delincuencia (grupo de delitos que se cometen en un tiempo y espacio determinado). Esto marca la pauta para ir desmenuzando el significado de los atentados que se cometieron. Si bien fue un grupo de personas aparentemente bien organizadas, cometiendo numerosos ataques de forma coordinada, el daño que se provocó no era su principal objetivo era su medio.

El mensaje que buscaban comunicar, es en estos casos no poco relevante (pero indistinto), tampoco es único, puesto que puede estar sujeto a diversas interpretaciones. Si preguntáramos a la población que estuvo en el momento de los ataques ¿qué sintieron? Seguramente la respuesta sería: miedo y terror. El poder armado siempre genera miedo en el desprotegido. Entonces, la interpretación o el significado que los testigos y sobrevivientes darían a este atentado tal vez sería: querían provocar terror.

Es una respuesta completamente valida y en cierta medida correcta, pero aquí nos debería surgir otra pregunta ¿Por qué querían provocar terror? La estela de destrucción que dejaron a su paso no sólo buscaba el terror de la población, es casi seguro que buscaban llamar la atención de alguien (una persona, una institución, un Estado). La desestabilización que causaron hizo ver que su poder armado y operativo es más fuerte y grande de lo que posiblemente creíamos, hicieron creer que el poder político y el poder armado del Estado, son migajas.

No importa si su mensaje era que liberaran a algún miembro de su grupo, o dinero o que dejaran la plaza libre. Lo sustancialmente importante aquí es, que de los diversos axiomas que pueden existir en el mensaje, el más relevante es el del poder que, simbólicamente utilizaron a través de la destrucción. El fuego consume, no deja rastros, deja cenizas de lo que algún día existió, cenizas que desaparecen. A esta muestra de desmedido poder he decidido llamarla narco-narcisismo, pues nace de la excesiva importancia que se otorgan estos grupos de la criminalidad organizada, así como también de la necesidad excesiva por llamar la atención, de igual manera la carencia de empatía es otro rasgo del trastorno narcisista de la personalidad y en este caso es atinadamente aplicable, pues no hubo empatía al momento de destruir y matar a civiles inocentes.

Es insoslayable admitir que la criminalidad organizada goza de excesivo poder en nuestro país, la impunidad, el desinterés y la corrupción han permitido que crezca hasta niveles poco concebibles.

En esta serie de ataques la criminalidad organizada ejecutó a la perfección su mensaje, pues al momento en que se escribe esta columna no hay un solo detenido. Es muy posible que busquen que el receptor de este mensaje sea el gobierno, sin embargo, la población fue, no sólo un actor pasivo que recibió también el mensaje, sino activo, fue parte del propio mensaje, lo vivió en carne y hueso.

Hasta el momento el desinterés del propio gobierno también es otro mensaje que vale la pena abordar, pues parece preocuparle poco lo que se vivió en días pasados. El fenómeno violento de la criminalidad organizada sigue escalando y parece que no hay estrategia para contenerlo (mucho menos para prevenirlo). El trabajo de la criminología, no sólo es estudiar e interpretar lo que ya se ha escrito en esta columna, también es prevenirlo, pero mientras las oportunidades laborales y científicas no sean puestas en manos de las y los criminólogos, seguramente seguiremos viviendo estos episodios de terror.

El delito es un acto de terror que busca comunicar y difundir el miedo para instaurar la tiranía de la violencia.


 


 


 


EL CONTENIDO EXPRESADO EN LOS ARTÍCULOS SON RESPONSABILIDAD EXCLUSIVA DE LOS AUTORES Y NO REPRESENTAN LA POSTURA POLÍTICA DEL DIARIO MÁS CLARO CLICK INFORMATIVO.





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