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Chiapas Mexicano




Fecha: 2022-09-16


Por Plácido Morales Vázquez 


Chiapanecos y Chiapanecas.* 


El 30 de marzo del año 1996, en este Palacio de Bellas Artes pleno y pletórico de gente, se escuchó la poesía y la voz de Jaime Sabines, lleno aquí y saturado afuera en las pantallas, el pueblo escuchó a su poeta y rio, lloró, se cimbró y amó en la palabra cargada de dolor y de amor del poeta.


Alguna vez, invité al poeta a un festejo como este y él me dijo: “Por qué nosotros festejamos, debía festejar México entero, si Chiapas vino a México”; y agregó: “México aún no viene a nosotros”.


He reflexionado sobre ese comentario y México ha venido a nosotros y  está presente en nosotros, desde los tiempos del Tlatoani Tizoc, cuyos ejércitos al mando del Tiltotl abrieron las rutas hacia la tierra de la chía y por el litoral del pacífico avanzaron por esteros y manglares hasta Nicaragua; las huellas de los Mexicas  quedaron en la refundación de nuestros pueblos Zoques:  Coyatocmó  convertido en  Tuxchtlán, sobre la discordia  entre los señoríos de Javepacuay y Totxipicuay se fundó Ocozocoautla, Huehuetán en la región Mam e Ixtapa en Zotz-deb (lugar de los murciélagos) fundaron Zinacantán e Ixtapa en tierras Zotziles.


En 1528 el México que se levantaba sobre las ruinas de Tenochtitlán, lanzó la expedición del español Diego de Mazariegos y por el golfo atravesando las montañas de Quechula, más allá del gran río fundaron Chiapa de los Indios y sobre las montañas del valle de Jovél la Ciudad Real de los españoles. 


Desde Salamanca partió la peregrinación de los 47 Dominicos encabezados por Fray Bartolomé de las Casas, cuyo escribiente, Fray Luis de Casillas legó a la posteridad puntual narración del andar por los medievales caminos de Castilla, para embarcarse en la Barra de San Lucas navegaron hasta las playas de Campeche, de ahí hasta Ixtapangajoya, llegaron  vivos  sólo 38, y por aquellas infranqueables montañas arribaron a Ciudad Real de Chiapa, para fincar el primer obispado con Fray Bartolomé, aquel infatigable dominico que sostuvo en la polémica indiana: “Uno es todo el género humano.”


Chiapas nació hace 5 siglos a la cultura mestiza de la peregrinación de los misioneros quienes con la cruz convirtieron a la fe católica y la expedición del conquistador y el hierro de los encomenderos, con la espada impusieron el habla castellana y, en el vientre materno de las madres indias, fecundaron la sangre chiapaneca.


Los españoles por 3 siglos pretendieron someter a los pueblos originarios, muchos se remontaron a las montañas para refundar sus pueblos, preservar su lengua, su modo de ser y su libertad, por esa indómita rebeldía sobrevivió el zotzil, el tzeltal, el chol, el tojolabal, el maya, el kachiqkel, el mam, el mocho y todo ese abigarrado mosaico de lenguas antepuestas al castellano.


Al comienzo del Siglo XIX cuando el pensamiento liberal se hizo movimiento político en América y rompió en cadena la dependencia de la Corona española, México fue precursor de los movimientos de independencia en América, pero también quien libró la más prologada y sangrienta guerra, al consumarse la independencia, comenzó el vaivén de la provincia de Chiapas y de la gubernatura del Soconusco.


Libres de la Capitanía General de Guatemala y de la Corona por la declaración de independencia de los ayuntamientos de Comitán, San Cristóbal, Chiapa y Tuxtla en agosto y septiembre de 1821, Chiapas se adhirió al fugaz Imperio de Iturbide, eligiendo su representación ante el Congreso Nacional; duró poco el gusto monárquico, Iturbide abdicó. El Congreso disuelto y vuelto a disolver motivó el retorno de la diputación chiapaneca a su lejana provincia para comenzar una nueva etapa de definiciones.


Aquellos años de rumbo nacional indefinido, de eternas discordias cuyo incipiente origen es el mismo hasta hoy, quienes pretendían la independencia absoluta y quienes sólo querían separarnos de la Corona con el colonialismo dentro.


Chiapas estaba entre dos caminos: Centroamérica o México, de aquel mes de abril de 1823 en que se disolvió el imperio, México se gobernó por una Regencia y Chiapas por una Junta Provisional Gubernativa, después convertida en Suprema Junta Provisional.


Mi propósito no es hacer una minuciosa crónica de esos tiempos, sino buscar las causas y las razones dadas para el proceso que concluiría con un plebiscito, cuyos resultados rememoramos hoy.


La Suprema Junta Provisional Gubernativa compuesta por representantes de los partidos  regionales de: Palenque, Ixtacomitán, Ocosingo, Simojovel, Huixtán, Comitán, Chiapa, Tuxtla, Llanos, Soconusco, Tonalá, Tila, San Andrés y Ciudad Real; estaban representados por militares y religiosos, lo más ilustrado de ese tiempo, el seminario era en ese tiempo prácticamente el único reproductor de la cultura, y entre las enseñanzas escolásticas se filtró el vigor de las ideas de la Revolución Francesa, los sacerdotes aparecieron en el umbral histórico de la configuración de México y Chiapas como los nuevos dirigentes de las ideas políticas avanzadas.


En esos años de 1823 a 1824 entre las discusiones de la Junta Suprema, sobre si Chiapas seguía incorporado a México o si se integraba a la naciente Unión de Provincias Centroamericanas, Lucas Alamán ministro del interior de México, comunicó a la Junta Suprema, que Chiapas estaba en libertad de decidir su propio destino.


La Junta Suprema deliberó y el 23 de marzo del 1824 se decidió convocar a un ejercicio plebiscitario en los 14 partidos, cuyo escrutinio fue el 12 de septiembre en Ciudad Real, y el dictamen de la Junta fue 96 mil 829 votos por la incorporación a México, 60 mil 400 por Guatemala y 15 mil 724 indecisos. El 14 se leyó en Ciudad Real el bando solemne en el que declaraba a Chiapas formal y definitivamente unido a la naciente Federación Mexicana.


 La adhesión a México generó resistencia en Tuxtla, cuando su representante Joaquín Miguel Gutiérrez informó al cabildo, éste no reconoció el resultado del plebiscito; en el Soconusco el representante Esquerra viajó de Tapachula a Ciudad Real con el voto en favor de México, en su ausencia fue desconocido y se convocó a una asamblea pública en la que determinaron regresar a la antigua Guatemala, los ayuntamientos se declararon en suspenso y en el Soconusco se mantuvieron autónomos, hasta que en 1842 Santa Anna ordenó la ocupación militar de la región.


El bando solemne declaraba a la provincia de Chiapas integrada a la República Mexicana, como una entidad de la Federación con los límites territoriales que la conforman desde los tiempos de su pertenencia a la Capitanía General de Guatemala.


Definir los límites nacionales entre Guatemala y México fue un largo y sinuoso proceso, las negociaciones comenzaron desde el final de los años 60 del siglo XIX, continuaron por una década hasta que el cartógrafo García Cubas determinó la línea divisoria de la boca del Suchiate hasta el nacimiento del Usumacinta, complejo y riesgoso tiempo en que la frontera sur vivió en la zozobra, hasta que Don Matías Romero e Ignacio Mariscal concluyeron con la definición de límites aceptados por el presidente Barrios y ratificados en la Asamblea Guatemalteca y el Senado Mexicano en 1895.


Chiapas vino a México, en la palabra y el martirologio de Belisario Domínguez, México llegó a Chiapas con las reformas y la justicia social en la división 21 del General Castro quien con la Ley que se conoció como de “liberación de mozos” rompió las ataduras feudales de los peones del campo.


Chiapas vino a México en el lúcido pensamiento jurídico de Emilio Rabasa, en la palabra justa de Luis Espinosa en el Constituyente de Querétaro.


Así Chiapas vivió el pasado hasta hoy, ¿qué es Chiapas y cómo es? es una realidad y una idea, que subsiste en su universo natural y cultural, en su geografía delimitada de Centroamérica por una frontera frágil y convencional, en la que se define un mapa territorial cubierto todavía de bosques y selva, surcado por ríos, separados por montañas que trazan regiones, y valles forjadores de pueblos diferentes, pero unidos por el principio de una existencia común.


Ese es el Chiapas natural, sobre él se asienta un Chiapas presente e ideal, abierto y externo que se hace más existente en el hacer y el pensar de su gente, de quienes cultivan la tierra, tejen el colorido de las vestimentas, comercian en plazas y caminos, en los trabajadores que en su recia labor construyen edificios y presas; quienes enseñan en las aulas, investigan para la ciencia conocimientos y también la práctica ancestral para la atención de las enfermedades; para el saber de la ciencia, la conservación de los bosques y suelos, el aprovechamiento agrícola para la producción de alimentos, el inventario y la conservación de nuestra fauna y flora. 


Lo nuestro es presencia en nuestro arte literario en la narrativa de Rosario Castellanos, comiteca universal quien retrató para la humanidad: el dolor de la expoliación de los indios, el abnegado sufrimiento de las mujeres ladinas e indias sometidas por la dominación patriarcal, origen y causa del incipiente feminismo predicado por ella desde hace 6 décadas. La voz del arte chiapaneco ha resonado en este Palacio de las Bellas Artes en las dos comparecencias de Jaime Sabines, en Federico Álvarez del Toro dirigiendo la Sinfónica Nacional acompasada de la marimba y el prodigio de Zeferino Nandayapa aquí mismo, en este Palacio en los días del temblor de 1985. Por eso Chiapas es idea y presencia, aquí escuchamos a Laco Zepeda y el serpentín de sus cuentos y hace unos días en la Sala Ponce homenajeamos al poeta Oscar Oliva. 


Ese Chiapas presente es el Chiapas Mexicano, al que debemos darle más presencia nacional, al que debemos conocer más, para ello buscamos en el pasado el eterno retorno a la duda ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? venimos de allí, donde se encuentran las expediciones y las peregrinaciones, que después se mezclan con otras migraciones; la de los pueblos afroamericanos, la de los alemanes que vinieron a cultivar el oro verde del café, la de los chinos, japoneses, libaneses y árabes que se asentaron por donde pasaba el tren, eso somos, una mescolanza de sangres y costumbres, venimos de un ejercicio no visto en los siglos pasados, un plebiscito para definir una nacionalidad, que hoy conmemoramos, hacemos memoria reflexiva con el instrumental de la historia, la historia nos enseñará, porque ningún presente nos explicará el pasado, pero lo pasado puede avistar el porvenir.


Chiapas hoy es la alegría de las fiestas patronales; las marimbas en las plazas, la algarabía de las barriadas en la rueda de la fortuna, alegre y fugaz como la propia vida, en el resonar de las marimbas a cuyas maderas los artistas arrancan sonidos y armonías vivas en las que subyace el alma popular, es festivo en el sonsonete de los parachicos, en el redoble rítmico del tambor y el inagotable silbar del carrizo del carnaval de Coita. 


Chiapas huele al incienso de los templos y a la pólvora de la cohetería de algún festejo combinado con el colorido de los trajes típicos tejidos por las manos prodigiosas de las indígenas, es también el estupor de contemplar sus bellezas naturales y el reducto de los mayas perdidos en la noche de los tiempos: la selva de los lacandones.


Ese es el Chiapas alegre y festivo, pero hay otro Chiapas el del dolor que nos duele, el de quienes sin ser nuestros son también hermanos: los migrantes expulsados por la miseria quienes cruzan fronteras en el afán de alcanzar el sueño americano, el de los indígenas sin caminos, sin escuelas, sin salud, esperando en la desesperanza, el de las mujeres indígenas que al dar vida entregan la propia, el de los jóvenes sin oportunidad de escuela o de trabajo, el de la deforestación y la destrucción de los bosques y la selva, el de la doliente arpa y guitarra de los parajes indígenas con la que suena al viento su apagada alegría de vivir.


Todo en Chiapas es México, se dijo hace 50 años, es México desde los montes del cacao y del café del Soconusco, de la sierra cuya vertiente riega por Tonalá y Pijijiapan los mares y lagunas del Pacífico, en “todo Chiapas es México” desde el Jovél o del Junchavín, desde las montañas de Mezcalapa, las lagunas de Catazajá, los montes y las cañadas de la Lacandona, las praderas de Pichucalco y de Palenque, los maizales de la Fraylesca, los valles de Cintalapa y Jiquipilas y las múltiples regiones de Ocozocoautla, es México en la cuenca del Grijalva que baña a tantos pueblos: Chiapa y Acala, Ixhuatán y Osumacinta, Chiapas es México en Palenque y Yaxchilán, en el hermetismo religioso de San Juan Chamula y en las manos que modelan el barro.


Ese, el  Chiapas que un día como hoy de hace 198 años abrió a la historia su declaración de ser mexicano, ese Chiapas que hoy nos une, nos obliga a conocerlo para amarlo más, a descifrar su entrañable misterio oculto en las piedras de Toniná y de Izapa, en el observatorio de Palenque donde por siglos los antiguos mayas contemplaron el eterno movimiento de las estrellas, ese Chiapas olvidado en la noche de La Colonia, revivido por quienes nos hicieron más mexicanos, ese Chiapas festivo, melancólico, triste, doliente y desafiante. El Chiapas que nos une, nos motiva a pensar y trabajar para hacerlo mejor, más nuestro, esa tierra que invade el afán de vivir Chiapas donde quiera que vivamos.


Viva Chiapas, Viva México, Viva Chiapas Mexicano.


 


 


 


*Discurso pronunciado por el Doctor Plácido Morales Vázquez, magistrado presidente del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, en el Palacio de Bellas Artes con motivo de “Chiapas-Mexicano”.





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