Por Alejandro Ramos Magaña
Por tercer año consecutivo la Comisión Nacional del Agua (Conagua) establecerá nueva emergencia por sequía en el país en 2023.
La noticia es un signo inequívoco de que vendrán serias afectaciones al bienestar y desarrollo de estados y municipios de México. Los extremos climáticos, producto del calentamiento global, cada vez escalan a escenarios con impactos devastadores a los ecosistemas, a la economía y a la salud. Obviamente, los estallidos sociales en busca del agua están a la vista y superarán a las medidas paliativas recurrentes.
Esta emergencia lleva un tinte de mayor gravedad, pues se alista desde enero en comparación a las declaratorias que se presentaron en agosto de 2021 y en julio de 2022. Y la propia Conagua advierte que la sequía se encuentra en el 35.3% de la superficie del territorio nacional, y en el 5.5% del país la sequía es severa o extrema.
Todo consecuencia por la escasez de lluvias, que este año el Servicio Meteorológico Nacional pronostica que México tendrá un déficit pluvial del 41.4%. Habrá menos lluvias, pero también vale resaltar un punto débil de los gobiernos federal, estatales y municipales, y se trata de la falta de programas y de recursos financieros que garanticen el reciclamiento, saneamiento y el acceso al agua potable. Todo está escrito, documentado, pero muy poco se ejecuta con miras a largo plazo. El país está acostumbrado a medidas cortoplacistas o políticas paliativas.
Entre las medidas que aplicará la Canagua en los próximos meses serán: limitaciones temporales a los derechos de agua, mediante reducciones de volúmenes a los concesionarios que se encuentren en cuencas en condiciones de sequía severa, extrema o excepcional.
Mientras que la sequía extrema afecta a los estados de Sinaloa, Michoacán, Hidalgo, Durango, Querétaro; Tamaulipas, Baja California, Chihuahua, Nuevo León, Guanajuato, Jalisco, San Luis Potosí, Estado de México, Coahuila y Zacatecas.
Dicha emergencia por sequía será publicada en el Diario Oficial de la Federación en el se establecerán las medidas para los usuarios y autoridades de los tres órdenes de gobierno, para garantizar el abasto de agua a la población en las regiones que presenten condiciones de sequía severa, extrema o excepcional.
SEQUÍAS HISTÓRICAS
Veamos, la sequía de 2019 marcó un registro histórico nacional como una de las temporadas extremadamente secas en el país, tanto, que afectó hasta los estados donde típicamente llueve en gran parte del año.
El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) registró el impacto de la sequía extrema en los estados con mayor disponibilidad hídrica de Chiapas, Oaxaca, Querétaro, San Luis Potosí, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz. En estas entidades, entre 2019 y 2020 llovió 50% menos de la media normal, pero las sequías volvieron a repetirse en entre 2021 y 2022, y los déficits de precipitaciones se mantienen en las regiones húmedas, y con mayor impacto en los estados secos del norte del país.
Otro dato. La Sociedad Meteorológica de Estados Unidos (AMS por sus siglas en inglés), informó que en 2020 y 2021 México rompió récord al registrar temperaturas por encima del promedio normal las cuales se mantuvieron durante todo el año con un registro medio anual de 22.4 grados Celsius, mientras que los años más cálidos fueron 2017 y 2019.
El reporte de la AMS incluyó también en los récords de altas temperaturas a 17 países europeos, así como aJapón y el archipiélago de Seychelles en África, y en Estados Unidos, Furnace Creek; en Death Valley, California registró 54.4 grados el 16 de agosto de 2020, que es la temperatura más caliente medida en la Tierra desde 1953; y el 20 de junio de ese año, el termómetro alcanzó 38 grados en Verkhoyansk, Rusia, lo que los científicos califican como la temperatura más alta jamás medida dentro del Círculo Polar Ártico.
El organismo difundió que la temperatura media nacional de 2020 estuvo 1.5 grados por encima del promedio de 1981-2010, además de igualar con 2017 y 2019 como el año más cálido desde que comenzaron los registros de temperatura en 1953. Y los meses de enero a noviembre del año pasado fueron más cálidos que el promedio, especialmente entre enero y marzo, que se ubicaron entre los cinco períodos más cálidos registrados.
Estas evidencias nos indican que los fenómenos meteorológicos de calor extremo se van recrudeciendo por el calentamiento global. La quema de combustibles fósiles sigue provocando la concentración atmosférica de gases efecto invernadero (GEI), principalmente del dióxido de carbono (CO2).
La evidencia científica del monitoreo del calor nos advierte de escenarios de riesgo. En el caso de México, las sequías extremas catalizarán fenómenos de migración climática al interior del país, y no estamos preparados para atenderlos.
De acuerdo con un estudio del Banco Mundial (2020) prevé que para 2050 más de 3 millones de mexicanos se verán forzados a abandonar sus lugares de origen a consecuencia de los impactos del cambio climático. Y ubica a las regiones del Golfo de México donde habrá movilizaciones masivas, principalmente de Tabasco y Veracruz; y en la zona sur, Chiapas y por la región del Pacífico, Guerrero y Michoacán.
Y los pronósticos de desplazamientos forzados tendrán como destinos al Estado de México, Puebla, Guadalajara, Monterrey, Oaxaca y Baja California.
Los escenarios tienen como base la situación que ahora ocurre en estas regiones como son la deforestación, tala clandestina, erosión de tierras, sequías, escasez de agua, cambios de uso de suelo, mala calidad del aire, contaminación de cuerpos de agua y suelo, proliferación de asentamientos irregulares en zonas de alto riesgo, conflictos por el abasto de agua y tráfico del vital líquido, entre otras.
Además, los huracanes son más potentes debido al calentamiento global, y en consecuencia las inundaciones están siendo cada vez más catastróficas (como ocurre en Tabasco, siendo una zona altamente vulnerable donde hoy se ubica la refinería de Dos Bocas).
ENFOQUE AL SIGLO XXII
A estas alturas ya no es sorpresa que en forma recurrente se declaren las emergencias por sequía en el país, pero lo sí sigue sorprendiendo es que los gobiernos y los políticos no tengan programas a largo plazo para enfrentar y superar las sequías.
Nos queda claro que las ciudades que se abastecen de aguas subterráneas, via pozos, están agotando los acuíferos, y aquellas poblaciones que dependen de las aguas superficiales a través de las presas (abastecidas con agua de lluvia) están supeditadas a fenómenos climatológicos y cada vez llueve menos. Entonces se deben buscar nuevas fuentes de abasto y también impulsar en todo el país el reciclamiento y saneamiento de las aguas residuales y pluviales y reutilizarlas para diferentes fines.
La lección de Nuevo León del año pasado no está las prioridades de los gobiernos, y menos ahora que estamos entrando a los mañosos procesos electorales. Tampoco el Congreso de la Unión ha aprobado la Ley General de Aguas, que debió haberse promulgado en 2013, y sigue congelada por falta de voluntad política. Esta iniciativa, entre otros factores, debe reglamentar el derecho humano al agua y establecer la distribución de responsabilidades de los gobiernos y la sociedad, así como frenar la extracción de agua de los acuíferos.
El reto es garantizar el abasto de agua hacia el siglo XXII y no sólo pensar en las medidas paliativas para enfrentar las actuales sequías. Seguir extrayendo agua de los acuíferos no es la solución a largo plazo, y ya está demostrado el severo agotamiento de estas fuentes.
Cambiar el consumo de agua, sostenar inversiones (México necesita presupuestar cada año más de 100 mil millones de pesos al rubro hídrico) y cambiar a fondo la gestión integral del agua deben estar en la solución a largo plazo.
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