La era de la censura
Un gobierno autoritario y sin contrapesos se ha erigido a costa de la destrucción de la República. Los excesos del poder absoluto golpean con fuerza a los medios de información, periodistas y ciudadanos en general, quienes con su voz crítica denuncian los abusos del Poder Ejecutivo, y llevamos más de seis años en que vemos cómo acumula más poder el Ejecutivo.

Por Alejandro Ramos Magaña
Un gobierno autoritario y sin contrapesos se ha erigido a costa de la destrucción de la República. Los excesos del poder absoluto golpean con fuerza a los medios de información, periodistas y ciudadanos en general, quienes con su voz crítica denuncian los abusos del Poder Ejecutivo, y llevamos más de seis años en que vemos cómo acumula más poder el Ejecutivo.
En el Palacio Legislativo, desde el 23 de junio pasado y hasta el 2 de julio próximo la aplanadora de levanta-manos del partido oficial votará en forma exprés sin leer, y obviamente sin analizar qué impactos habrá en el país, un paquete de 17 iniciativas de reformas, entre las que se encuentra la polémica Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión —mejor conocida como la Ley Censura—.
Hasta ahora no se conocen los cambios que se le hicieron a esta ley, ya que supuestamente se iban a considerar las opiniones expuestas, de varios actores sociales de la radiodifusión, telecomunicaciones y organismos defensores de la libertad de expresión, a través de los foros que organizó el gobierno.
Las plataformas digitales, redes sociales y los medios masivos de comunicación están en la mira si continúan sus críticas contra la era de la 4T.
Focos rojos se encienden en el país tras el
poder absoluto del Ejecutivo; ya no hay Poderes de la Unión, sólo afloran instituciones al servicio del Ejecutivo, dobladas y sumisas.
El expresidente Andrés Manuel López Obrador intentó frenar, callar, doblegar y desaparecer toda crítica que ejercía el periodismo libre y profesional. Hoy la nueva Ley de Telecomunicaciones va por el mismo rumbo: callar a las voces críticas.
Los escenarios de censura y autoritarismo están a la vista en los gobiernos estatales morenistas y en los Congresos locales de Puebla, Veracruz y Campeche; lo mismo ocurre en el Tribunal Electoral (cuyos magistrados castigaron a una tuitera que denunció un caso de nepotismo a favor de la diputada Diana Karina Barreras, esposa del presidente morenista de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna);
hasta en el Senado, el presidente morenista de la Cámara Alta, Gerardo Fernández Noroña, abusó del poder al obligar a un ciudadano a ofrecerle una disculpa pública, ya que lo increpó en un aeropuerto en septiembre pasado.
La libertad de expresión, como nunca, está amenazada por los gobiernos de la 4T, tal y como lo hizo López Obrador, quien utilizó todo el poder a su alcance para atacar, descalificar y hasta falsear hechos para convertirse en víctima. Todos los días durante su mandato, y hasta el expuso, con inteligencia dictatorial cada miércoles, como falso lo verdadero, invirtiendo percepciones del público que, apasionadamente, le entregó credibilidad::
“Quién es quién en las mentiras”, en el que se dedicó a agredir, calumniar y falsear la realidad para hacerla “real” a la sociedad. Hoy este proceso se ha extendido en el gobierno de Claudia Sheinbaum. Nada ha cambiado, solo el nombre, pues hoy al espacio en las mañaneras del pueblo se le llama “Detector de Mentiras”. El
Formato es el mismo y la narrativa también.
En México, las instituciones constitucionales que se sustentaron democráticamente avanzan a pasos agigantados hacia su desaparición. Y también se asoma el reino del miedo tal y como ha ocurrido históricamente en las dictaduras.
La libertad de expresión se ha conquistado por siglos a través del ejercicio periodístico comprometido, ético y hasta combativo contra los abusos del poder político. Y también los ciudadanos ayudaron a fortalecer la democracia con su crítica y denuncia contra el autoritarismo gubernamental.
Quienes ejercemos el periodismo libre y ético y con compromiso social, reafirmamos nuestra convicción de ser libres y no someternos a ninguna fuerza política ni de líderes autocráticos. Nadie debe debe ser censurado ni reprimido por expresar ideas opuestas hacia las élites del poder político. Nadie está obligado a firmar pactos de lealtad ante los gobernantes.
Hoy también con la pluma, con voces de opinión y con las voces de los ciudadanos que claman justicia ante los abusos del poder, ejercemos el periodismo crítico.
Se avecinan tiempos difíciles contra las libertades individuales; quienes ejercemos el periodismo no debemos ceder a la censura, pues somos emisores de libertad y paz.
El periodismo de opinión y de investigación genera la energía de la exposición de conocimiento profesional, de energía coadyuvante a la asertividad de su visión compartida con los más y supremos altos valores internacionales de la humanidad, y que sean el territorio de nuestra existencia.
Los ciudadanos y los periodistas no se deben callar ni tampoco vender.