¿Cuánto años vivieron los personajes más longevos de la Biblia?

Descubre la asombrosa longevidad de los personajes bíblicos más antiguos. Conoce a Matusalén y otros patriarcas que vivieron siglos, explorando sus edades y el misterio detrás de sus vidas.

masclaro.mx
today 22/07/2025

Por Mario Victorino


La Biblia, un texto fundamental para miles de millones de personas alrededor del mundo, no solo narra historias de fe y moralidad, sino que también presenta un fascinante registro de longevidad que desafía la comprensión moderna. ¿Te has preguntado alguna vez quiénes fueron los individuos que vivieron más tiempo según las escrituras y cuántos años alcanzaron? Sumergámonos en la increíble era de los patriarcas antediluvianos, aquellos que existieron antes del Gran Diluvio, y descubramos las vidas asombrosamente largas que les atribuye el libro del Génesis.

El concepto de vivir cientos de años puede parecer ciencia ficción hoy en día, donde la esperanza de vida promedio rara vez supera el siglo. Sin embargo, los textos bíblicos describen una realidad muy diferente para los primeros descendientes de Adán. Estas narrativas no solo son un testimonio de una biología diferente o de una intervención divina, sino que también plantean preguntas profundas sobre la naturaleza humana y la historia temprana del mundo.

 

Matusalén: El rey de la longevidad bíblica

Cuando se habla de longevidad en la Biblia, hay un nombre que sobresale por encima de todos: Matusalén. Este personaje, nieto de Enoc y abuelo de Noé, es célebre por haber vivido la asombrosa cantidad de 969 años. Su nombre se ha convertido en sinónimo de una vida extremadamente larga. Se le menciona en Génesis 5:27, donde se establece claramente su edad, convirtiéndolo en el ser humano más longevo registrado en las escrituras hebreas. La vida de Matusalén se extiende a través de casi un milenio, un período que abarca gran parte de la historia antediluviana y lo conecta directamente con figuras clave como Adán y Noé.

 

Otros patriarcas con vidas extraordinarias

Matusalén no fue el único en alcanzar edades que hoy consideramos míticas. La genealogía del Génesis capítulo 5 es un registro de vidas sorprendentemente largas, todas ellas superando con creces la longevidad humana actual. Estos son algunos de los más destacados:

Adán: El primer hombre, según la Biblia, vivió 930 años. Su vida marcó el inicio de la humanidad y su longevidad sentó un precedente para sus descendientes directos.

Set: El tercer hijo de Adán y Eva, vivió 912 años. Fue una figura crucial en la línea genealógica que conduciría a Noé y, eventualmente, a Jesús.

Enós: Hijo de Set, alcanzó los 905 años. Durante su vida, se dice que la gente comenzó a invocar el nombre del Señor.

Cainán: Su vida se extendió por 910 años, continuando la tendencia de longevidad en esta línea patriarcal.

Mahalaleel: Vivió 895 años, una cifra impresionante, aunque ligeramente menor que algunos de sus ancestros y descendientes.

Jared: El padre de Enoc, vivió 962 años, colocándose como el segundo hombre más longevo después de su hijo Matusalén. Su vida casi iguala la de su famoso descendiente.

Noé: El protagonista del Diluvio universal, vivió un total de 950 años. Su vida abarcó el período antediluviano y el post-diluviano, siendo una figura de transición entre dos épocas.

Lamec: Padre de Noé, vivió 777 años. Su edad, aunque considerable, es notablemente "más corta" que la de otros patriarcas de su linaje, quizás marcando el inicio de una disminución en la longevidad antes del Diluvio.

Enoc: Una figura intrigante, padre de Matusalén, vivió 365 años. A diferencia de los demás, la Biblia no registra su muerte, sino que dice que "caminó con Dios, y desapareció, porque Dios se lo llevó". Esta es una de las narraciones más misteriosas y comentadas de la Biblia.

 

¿Por qué vivieron tanto? Interpretaciones y teorías

La extraordinaria longevidad de los patriarcas antediluvianos ha sido objeto de numerosas interpretaciones a lo largo de los siglos.

Algunos teólogos y eruditos bíblicos sugieren que las condiciones ambientales antes del Diluvio pudieron haber sido radicalmente diferentes, quizás con una atmósfera protectora o un ecosistema que favorecía una vida más larga. Otros proponen que la dieta y el estilo de vida de esas primeras generaciones, más cercanos a la creación original, contribuían a una mayor vitalidad y resistencia a las enfermedades.

Desde una perspectiva teológica, la prolongada vida de estos patriarcas podría haber tenido un propósito divino: permitir una rápida multiplicación de la población en la Tierra temprana y asegurar la transmisión de la historia y el conocimiento oral de generación en generación con menos interrupciones. Cada patriarca podía interactuar con varias generaciones, transmitiendo directamente las enseñanzas desde Adán.

Hay quienes también interpretan estas cifras de manera simbólica, viendo en la longevidad una representación de la bendición divina o de la pureza de la línea de descendencia. Sin embargo, la mayoría de las interpretaciones tradicionales toman estas edades de forma literal, aceptando el relato bíblico tal como está escrito.

 

La disminución de la longevidad después del Diluvio

Es interesante notar cómo la Biblia registra una disminución significativa en la longevidad humana después del Gran Diluvio. Aunque figuras como Noé vivieron cientos de años, sus descendientes, como Sem, Arfaxad, Salá, Heber, y luego Abraham, Isaac y Jacob, experimentan una reducción gradual pero constante en sus años de vida. Para el tiempo de Moisés, la vida humana se describe comúnmente en setenta u ochenta años, como se menciona en el Salmo 90:10. Esta transición es vista por muchos como una alteración fundamental en el mundo y en la biología humana, quizás como consecuencia del Diluvio o como una nueva etapa en el plan divino.

La increíble longevidad de los personajes bíblicos antediluvianos sigue siendo un tema de fascinación y debate. Más allá de la interpretación literal o simbólica, estas narrativas nos invitan a reflexionar sobre el tiempo, la historia y la profunda conexión entre el ser humano y lo divino.