La lección de Tula… en el olvido
México enfrenta lluvias históricas y los sistemas de protección civil parecen fallar de nuevo. Analizamos las tragedias en Tula y el Valle de México, el papel de las autoridades como Laura Velázquez y Zoé Robledo, y las deficiencias en infraestructura, comunicación y el extinto FONDEN. ¿Qué lecciones se han ignorado?

Por Alejandro Ramos Magaña
El desastre y la tragedia ocurridas el lunes 6 de septiembre de 2021 en Tula, Hidalgo, y que debió haber sido una lección para los tres niveles de gobierno, no lo fue.
Pese a que el cambio climático está reformulando los patrones de lluvias a nivel global, y en el caso concreto en México con récords históricos, aún existen deficiencias marcadas para enfrentar con mayor capacidad de infraestructura, con estrategia de comunicación y con planes efectivos de Protección Civil a los fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más frecuentes.
Hace casi cuatro años, la tormenta de grandes dimensiones que impactó la región de Tula fue un serio llamado de atención para que las autoridades replantearan cómo operan los sistemas de Protección Civil a nivel nacional y regional, y también qué tipo de tecnologías se poseen para anticipar las tormentas y poder prevenir y movilizar con oportunidad a la población.
En 2021 quedó claro que la Coordinación Nacional de Protección Civil, que encabeza desde agosto de 2020, Laura Velázquez Alzúa, falló en transmitir la información a las autoridades del municipio de Tula. Aunque ella dijo que sí informó.
El propio Zoé Robledo, director general del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), aseguró que nadie les informó ni oficial ni informalmente que se avecinaba una tormenta de grandes dimensiones en dicha región, y la consecuencia fue la inundación en el Hospital General de Zona No. 5, donde se atendían a pacientes con COVID-19, que al colapsar el sistema de energía eléctrica (pues hasta la planta de emergencia falló) se quedaron sin ventilación asistida y murieron 14, otros dos fallecieron previo al siniestro.
Laura Velázquez dijo, en aquella ocasión, que sí alertaron sobre el riesgo de inundación en el municipio de Tula debido a la tormenta que se aproximaba a la región, pero que “no se pudieron comunicar” con el Hospital General del IMSS.
Además, en Tula hubo más de 30 mil personas damnificadas por las inundaciones de aguas negras (por el desbordamiento del río Tula) y pérdidas mayores a los 100 mil millones de pesos por daños a la infraestructura urbana, viviendas, escuelas y comercios.
Al respecto, hoy siguen vigentes muchas preguntas: ¿No hubo otra forma de comunicarse? ¿A quién o quiénes sí les informó? ¿Qué protocolos tiene la Coordinación de Protección Civil cuando se cortan las comunicaciones convencionales? ¿Fallaron los radares meteorológicos y sus sistemas de transmisión de datos? ¿Cómo se coordinan autoridades de Protección Civil Nacional con las sedes regionales o estatales? ¿Quién falló en 2021 y por qué nadie fue sancionado, al menos con la renuncia?
Hoy, el fenómeno climático La Niña (que se produce en la zona ecuatorial del Océano Pacífico y se caracteriza por el enfriamiento de las aguas superficiales), ha originado un aumento en el patrón de lluvias en diversas regiones del mundo (incluyendo México); también el fenómeno meteorológico regional: el monzón ha provocado precipitaciones intensas y prolongadas. Y en el país el monzón abarca de junio a septiembre próximo, lo que implica que las intensas lluvias continuarán.
Junio pasado registró el récord histórico nacional de precipitaciones, que de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua) no ocurría desde 1941. Y las entidades afectadas fueron en las regiones noroeste, centro y sur del país.
En el caso del Valle de México el récord histórico se registró el jueves 31 de julio pasado, cuando las precipitaciones alcanzaron 78 millones de metros cúbicos de agua entre la tarde y noche.
Y este domingo 10 de agosto y la noche del lunes 11 las intensas lluvias desquiciaron al Valle de México y provocaron serias afectaciones en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (que desde el domingo por la tarde-noche canceló vuelos y lo mismo ocurrió por la mañana de este martes 12); el Metro fue afectado en estaciones y líneas; viviendas, avenidas, comercios, colegios (como la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la UNAM) sufrieron daños por las inundaciones. Además, Grupo Aeroméxico informó que 140 vuelos fueron cancelados desde el domingo, y la empresa pidió a las autoridades del AICM garantizar el correcto funcionamiento de la infraestructura del aeropuerto y tomar las medidas preventivas que se requieran.
Estos fenómenos meteorológicos ha sido pronosticados con oportunidad por el Servicio Meteorológico Nacional (dependiente de la Conagua), pero en todas las zonas vulnerables a inundaciones y deslaves, como ocurre en la Ciudad de México y municipios conurbados del Edomex, los planes son reactivos y quedan rebasados.
Bien se sabe que los sistemas de drenajes del país y sistemas de bombeo son viejos y sin mantenimientos mayores, sumado a los hundimientos diferenciales (caso del Valle de México); también los malos hábitos de amplios sectores de la población que tiran basura en calles, cuerpos de agua y en barrancas lo que colapsa a los ductos del drenaje.
Es el momento en que las autoridades deben ir a fondo en la revisión y actualización de programas de prevención ante fenómenos meteorológicos y del cambio climático; de igual forma se deben de mantener y proteger las zonas lacustres (como Xochimilco, Tláhuac, Zumpango, Texcoco y Chalco) para que funcionen como zonas de amortiguamiento ante las intensas lluvias de cada año. Asimismo, se debe multiplicar en espacios verdes y en parques la creación de pozos de absorción que ayuden a infiltrar el agua pluvial al subsuelo.
La desastrosa planeación en el país ha tolerado que se construyan millones de viviendas en barrancas, áreas lacustres, zonas de minas, laderas y en regiones con fallas geológicas (caso alcaldía Iztapalapa).
Y una de las pésimas decisiones del gobierno de López Obrador fue la extinción de 109 fideicomisos, entre ellos el Fondo de Desastres Naturales (creado en 1996 y desaparecido en 2021, contando al cierre de operaciones un paquete de recursos por 35 mil 140 millones de pesos).
Hoy, la inversión para la prevención de desastres, y de ayuda a las comunidades afectadas por fenómenos naturales, es totalmente incierta y árida.
También necesitamos funcionarios competentes, certificados en el puesto que ocupan y no rolleros ni mentirosos.