Religión y espiritualidad: aliados de la salud mental
La religión y la espiritualidad se integran cada vez más en la práctica de la salud mental como fuentes de resiliencia, sentido vital y bienestar emocional. Estudios recientes revelan beneficios en ansiedad, depresión y afrontamiento del duelo.

Por Mario Victorino
Durante décadas, la psicología mantuvo una relación ambivalente con la religión. Influencias como el psicoanálisis promovieron una visión crítica, asociando la fe con mecanismos de defensa o dependencia emocional. Sin embargo, investigaciones recientes han comenzado a revertir esa perspectiva, mostrando que la espiritualidad puede ser una fuente legítima de bienestar psicológico.
Estudios internacionales han documentado que personas con prácticas espirituales activas —como la meditación, la oración o la participación comunitaria— presentan menores niveles de ansiedad, depresión y estrés postraumático. Además, la espiritualidad se asocia con mayor capacidad de afrontamiento ante el duelo, enfermedades crónicas y crisis existenciales.
Sentido, pertenencia y resiliencia
La espiritualidad ofrece un marco simbólico para interpretar el sufrimiento, lo que puede facilitar la elaboración emocional de eventos traumáticos. También proporciona un sentido de pertenencia, especialmente en contextos de aislamiento o pérdida. La conexión con lo trascendente —sea a través de una religión organizada o de prácticas personales— puede fortalecer la autoestima, la esperanza y la motivación para vivir.
En entornos clínicos, algunos terapeutas integran elementos espirituales en sus intervenciones, respetando las creencias del paciente y utilizando recursos como la narrativa, el perdón, la gratitud y la contemplación. Esta integración no busca evangelizar, sino reconocer que la dimensión espiritual puede ser parte del proceso terapéutico.
Riesgos y límites
No todo vínculo entre religión y salud mental es positivo. En ciertos casos, creencias rígidas o experiencias de culpa pueden agravar síntomas psicológicos. También existen luchas espirituales que se relacionan con depresión, fobia o somatización. Por ello, los profesionales deben abordar esta dimensión con sensibilidad, evitando juicios y promoviendo el discernimiento.
Un campo en expansión
La psicología de la religión y la espiritualidad se ha consolidado como área de estudio, con publicaciones académicas, congresos y protocolos clínicos específicos. En América Latina, universidades y centros de salud comienzan a explorar cómo integrar esta dimensión en la atención pública, especialmente en comunidades donde la fe es parte central de la vida cotidiana.