Focos rojos en el “Bosque de Agua”
Corredor Ajusco-Chichinautzin en crisis: a pesar del convenio, la tala ilegal y el crimen organizado amenazan el Bosque de Agua que recarga el 70% del acuífero de CDMX, Toluca y Cuernavaca. Comunidades denuncian inacción oficial y la falta del decreto prometido. Urge apoyo productivo para ejidatarios y operativos efectivos para salvar este ecosistema vital.

Por Alejandro Ramos Magaña
Los representantes de comunidades rurales asentados en bosques de oyamel, caoba, ceiba y pino, que abarca el Corredor biológico Ajusco-ChichinautIn, tenían razón cuando el 7 de enero pasado advirtieron que la firma de un convenio no era suficiente para frenar la tala ilegal y el desordenado crecimiento de la mancha urbana en una extensa zona de recarga del acuífero.
Y de acuerdo con un grupo de pobladores de las regiones de San Pablo Oztotepec (Milpa Alta, CDMX); Lagunas de Zempoala (Edomex-Morelos); Ocuilan (Edomex); Tepoztlán y Huitzilac (Morelos), el crimen organizado continúa talando los bosques.
Los comuneros y ejidatarios aseguran que los operativos de la Guardia Nacional y el Ejército son esporádicos y no garantizan la seguridad de los bosques. Además, se quejan de la falta de programas para financiar proyectos productivos para que los dueños de la tierra vigilen y conserven el suelo boscoso.
A principios de este año, las autoridades federales y las titulares de los gobiernos de la Ciudad de México, Estado de México y Morelos firmaron un convenio para conservar el Corredor Biológico Ajusco-Chichinautzin, y con ello garantizar la recarga del acuífero.
Cabe precisar que dicho corredor comprende: Cerro del Tepozteco, Sierra del Chichinautzin, Lagunas de Zempoala, los parques nacionales Ajusco, La Marquesa y Desierto de los Leones, así como la Sierra de las Cruces.
En enero de 2025, las autoridades destacaron que mediante el Convenio de Coordinación para Proteger el Bosque de Agua, se impulsaría la creación de una gran área natural protegida denominada “Bosque de Agua”, en donde también se encuentran los parques nacionales federales Tepozteco y Lagunas de Zempoala. Y hasta prometieron que para junio (que ya pasó) se tendría el decreto del Corredor Biológico del Bosque de Agua. El resultado: nada se concretó.
Ante la ausencia del decreto, tampoco se logró la creación del plan de manejo con mecanismos de financiamiento locales e internacionales.
Y estos vacíos institucionales le abren la puerta a las bandas criminales para mantener el mercado ilegal de madera y para aniquilar prácticamente con la recarga del acuífero.
Dicho corredor es muy importante para la recarga del acuífero que abastece con el 70% de agua a la Ciudad de México, y a las ciudades de Cuernavaca y Toluca, cuya población sumada de las tres regiones es superior a los 12 millones de habitantes.
El Bosque de Agua abarca 235 mil hectáreas de superficie forestal, y según investigadores del Instituto de Ecología de la UNAM la tala ilegal ha afectado 40% del terreno boscoso, y los mayores daños se tienen en las Lagunas de Zempoala y Huitzilac.
Los biólogos de la UNAM advierten que también hay serios daños a los servicios ecosistémicos que presta dicho corredor. De tal forma que las más de 3 mil especies de flora, así como las 195 especies de aves y 350 especies de mamíferos, reptiles y anfibios que habitan en el Bosque de Agua corren el riesgo de desaparecer.
Y entre los ejemplares más emblemáticos se encuentran: el teporingo o zacatuche (conejo endémico de México); ajolote; halcón; venado; búho y puma.
El desafío que enfrentan las autoridades es la tala ilegal —que se encuentra fuera de control—, el robo de tierra de monte, las invasiones, el cambio de uso de suelo y los incendios forestales. Y también está el reto de lograr una partida presupuestal para esta gran iniciativa, pero sin decreto ni plan de manejo todo se estanca en los escritorios burocráticos. También quedó en promesa la gestión de recursos internacionales para la protección del Bosque de Agua.
La tala ilegal no sólo la realizan las bandas del crimen organizado, también lo hacen los propios ejidatarios o comuneros, pues derribar un árbol maduro y procesarlo les reditúa una ganancia aproximada de 5 mil 500 pesos (de acuerdo con comuneros de la región). Por eso urge un programa de apoyo a las comunidades rurales para financiar proyectos rurales. No solo basta intensificar operativos con las fuerzas armadas, se requiere involucrar en la defensa y conservación de bosques a las comunidades rurales.
Un caso a destacar es el que realizó el gobierno de la CDMX, el cual puso en marcha este año el programa social Altépetl, en las siete alcaldías con suelo de conservación, con una inversión de mil millones de pesos cada año para apoyar a las comunidades con proyectos productivos y con ello frenar no sólo la tala clandestina, sino el voraz crecimiento de suelo urbano en las áreas de conservación. Esta iniciativa aún está en marcha y es muy prematuro evaluar los primeros resultados.
Además, dichos gobiernos tendrán que depurar el padrón de comuneros y ejidatarios, pues el desdoblamiento con gente ajena a estas comunidades rurales está arrasando con la superficie natural. Si esto no se hace será muy complicado conservar el Bosque de Agua.
Es el momento de subrayar que sin árboles no puede haber agua, y los árboles ayudan a regular el clima, disminuyen la contaminación atmosférica por la retención de partículas suspendidas, permiten la conservación de la diversidad biológica y la captura de dióxido de carbono (CO2), el cual genera el calentamiento global.
Ojalá la iniciativa del Bosque de Agua no solo quede en la foto oficial que se tomaron en Chapultepec, el 7 de enero pasado, Alicia Bárcena, titular de la Semarnat; Delfina Gómez, gobernadora del Edomex; Margarita González, gobernadora de Morelos, y Clara Brugada, jefa de Gobierno de la CDMX.
En tanto, estimado lector mientras usted lee estas líneas el crimen organizado mantiene su actividad destructiva en los bosques.