Los números del bienestar: la ENIGH 2024
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 revela un cambio estructural: 8.3 millones de mexicanos salieron de la pobreza entre 2022 y 2024. Este análisis detalla el impacto de los programas sociales en la reducción de la desigualdad, la persistencia de la brecha de género y los desafíos de inclusión que aún enfrenta el país.

Por Sofía González Torres
En una coyuntura donde los datos se convierten en argumento político y las cifras en territorio de disputa ideológica, la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 del INEGI no solo aporta evidencia, sino que ofrece un diagnóstico claro: el modelo social de la Cuarta Transformación está produciendo resultados tangibles en los hogares mexicanos. Lo que para algunos es un mero aumento estadístico, para millones de personas representa la posibilidad de comer mejor, trasladarse con más certeza o vivir con más dignidad.
Este año, la ENIGH llega con un elemento adicional de relevancia: por primera vez, tras la desaparición del Coneval, el INEGI es el encargado de la medición directa de la pobreza. Y los datos son contundentes: entre 2022 y 2024, 8.3 millones de personas dejaron de estar en situación de pobreza. En ese mismo periodo, la pobreza extrema pasó de 9.1% a 5.3%, lo que equivale a una reducción de 7 millones de personas en esa condición. Si se observa todo el periodo de gobierno de la Cuarta Transformación, la cifra acumulada es aún más amplia: 13.4 millones de personas han salido de la pobreza. Se trata de un cambio estructural que trasciende las cifras para convertirse en una transformación social palpable.
Y ese cambio tiene nombre y apellido: programas sociales.
Hoy, en México, el 36% del ingreso total de los hogares más pobres proviene de transferencias —la mayoría de ellas impulsadas desde el Gobierno Federal. Para esas familias, estos apoyos no son un bono adicional, sino una red de seguridad que evita su colapso económico. Antes que asistencialismo, hablamos de redistribución: por primera vez en décadas, el Estado vuelve a ser protagonista en la reducción de la pobreza.
Aumentar el ingreso familiar transforma mucho más que el número en una cuenta bancaria. Es acceso a comida fuera del hogar, a carne de mejor calidad; a más oportunidades de una vida digna. Por eso, no sorprende que, aun con mayor capacidad económica, las familias mexicanas sigan destinando el grueso de su gasto a lo esencial: alimentos, transporte y vivienda. La presión del costo de vida persiste, pero ahora se enfrenta con más herramientas.
Pero no todo son buenas noticias. La ENIGH también desnuda las heridas abiertas del sistema: la desigualdad de género sigue siendo abismal. Las mujeres ganan 34% menos que los hombres, incluso cuando tienen el mismo nivel educativo. Y entre quienes tienen posgrado, la diferencia llega al 46%. Es la expresión más clara de una estructura laboral profundamente inequitativa, que se resuelve con políticas públicas que entiendan el problema y lo ataquen frontalmente.
También persisten brechas para personas indígenas, con discapacidad o con menor nivel educativo. Aunque el ingreso general sube, no todos suben al mismo ritmo ni por el mismo camino. La ENIGH 2024 nos recuerda que no basta con crecer: hay que incluir.El paquete económico 2026, que se empezará a discutir en la Cámara de Diputados, prevé por primera vez más de un billón de pesos destinados a programas sociales. Es la confirmación de que este modelo es estructural. La pensión para adultos mayores sola superará el medio billón de pesos. Más de 34 millones de personas seguirán siendo beneficiarias directas de una política que ha sabido combinar justicia social con eficiencia operativa.
Y eso también genera otro tipo de impacto: el financiero. Hoy, gracias a estos programas, millones de personas han accedido a su primera cuenta bancaria. La inclusión financiera—frecuentemente relegada a foros técnicos— está ocurriendo desde el territorio y con perspectiva social.
La ENIGH 2024 es, en última instancia, un espejo. Refleja un México que ha decidido enfrentar su desigualdad con una lógica de bienestar centrada en los más pobres. Lejos de ser una ilusión populista, el impacto de estos programas está documentado, medido y —sobre todo— sentido por millones de personas.
Y aunque los desafíos persisten —porque ninguna política pública es perfecta ni infalible—el rumbo está claro: más justicia social, menos desigualdad. Más bienestar con base en evidencia. Menos retórica vacía.
Porque cuando los números respaldan al pueblo, no hay encuesta que los contradiga.