19 de septiembre de 1985: 40 años de la catástrofe

México enfrenta constantes riesgos geológicos. A 40 años del devastador sismo de 1985, conoce por qué la Ciudad de México es tan vulnerable y qué se espera de la Brecha de Guerrero. Infórmate aquí.

masclaro.mx
today 22/09/2025

Por Alejandro Ramos Magaña


Una de las experiencias históricas más impactantes que haya vivido la Ciudad de México fue por los sismos de 1985.

Este 19 de septiembre de 2025 se cumplen 40 años de uno de los movimientos telúricos más devastadores que se tienen registro en México (de magnitud 8.1). El saldo fue de miles de muertos y heridos, y los daños materiales fueron de grandes proporciones.

Ante esa experiencia dramática la sociedad civil dio una lección histórica de organización y solidaridad, muy superior a la acción gubernamental. Tras los sismos se desencadenaron una serie de procesos sociales enfocados a fortalecer la protección civil, se impulsaron nuevas leyes de construcción y se crearon instituciones científicas encargadas de estudiar y monitorear los grandes riesgos geológicos.

La Cuenca del Valle de México, por su origen geológico y ubicación geográfica, así como por su grado de urbanización posee una alta vulnerabilidad a los fenómenos naturales: sismos, vulcanismo, hidrológicos, agrietamiento del subsuelo, entre otros.

En el marco de los 40 años de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985 –que dejaron más de 10 mil muertos en la Ciudad de México; según 35 mil decesos estimó la Embajada de Estados Unidos–, es importante subrayar los riesgos geológicos por la alta sismicidad en la región. 
Previo a la catástrofe de 1985, el sismo más impresionante en la Ciudad de México había ocurrido en 1957, cuando se cayó el Ángel de la Independencia y algunos inmuebles.

Además, en el país se registran el 8% de los sismos que se presentan a nivel global. En el mundo, anualmente se originan casi 56 mil temblores de diferente magnitud.

A las 07:19 horas del 19 de septiembre de 1985, un minuto y medio bastó para que los capitalinos descubrieran las condiciones en que se encontraban las construcciones. La Ciudad de México es una de las más sensibles a los sismos en el mundo, y con la experiencia de esa fecha se comenzó a dar mayor interés a los estudios técnicos y científicos parta comprender de qué manera los fenómenos naturales del subsuelo repercuten en daños estructurales.

También este 19 de septiembre se cumplen ocho años del sismo de 2017 que dejó 370 muertos, 7,289 heridos y daños en 10 entidades del país, incluida la Ciudad de México, en donde se presentaron los mayores daños.

La Tierra es un planeta dinámico, “vivo”, en su interior se mantiene en constante movimiento. Y el interior del planeta consta de tres principales capas que están muy profundas: corteza, manto y núcleo. La corteza terrestre, en la cual vivimos, es muy delgada, y según los científicos “flota” sobre un manto de roca muy caliente.

Los sismos se producen cada vez que se parten o deslizan las rocas que forman la capa sólida exterior de la Tierra. Todo empieza cuando el movimiento de las capas comienza a deformar gradualmente las rocas, y con el tiempo las rocas ya no resisten la presión y se quiebran violentamente. La energía acumulada se libera y produce unas ondas que viajan en el manto de la roca, y a este movimiento se llama sismo, temblor o terremoto (que en esencia es lo mismo).

De acuerdo con los sismólogos, estos movimientos emiten dos tipos de ondas sísmicas: Ondas P, que son las primarias y éstas se expanden y contraen la superficie terrestre a su paso; y las Ondas S, son las secundarias y son más poderosas y deforman la corteza terrestre, conforme pasan por los bancos de rocas del subsuelo. Y cada temblor tiene su propia magnitud y por consiguiente su estela de daños que provoca en la superficie.
Por ejemplo, un sismo de magnitud 7 es equivalente a 900 sismos de magnitud 5, a 30 de 6, o a 900 bombas atómicas.

Una de las zonas que ha sido monitoreada en las últimas décadas por los científicos es la llamada Brecha de Guerrero, de una extensión aproximada de 200 kilómetros y que se ubica entre Acapulco e Ixtapa Zihuatanejo, debido a que desde 1911 no ha ocurrido un sismo mayor de magnitud 7. Es por ello que en esa franja costera se han colocado instrumentos de medición del Sistema de Alerta Sísmica.  
Los investigadores del Instituto de Geofísica de la UNAM advierten que es un lugar donde ya se ha acumulado suficiente energía, por lo que es un vacío sísmico maduro que en cualquier momento puede liberar energía. Y la distancia de la Brecha de Guerrero a la Ciudad de México es de alrededor de 300 kilómetros, por lo que un sismo de magnitud 7 y mayor sería destructivo para la metrópoli.

En el Océano Pacífico se encuentra la Placa de Cocos, una de las placas tectónicas con mayor actividad en el mundo. Por su cercanía con la costa de Guerrero, ahí cualquier movimiento se transforma en un sismo donde sus ondas recorren una distancia de más de 300 kilómetros llegando a la Ciudad de México en 60 segundos, después de su origen en el Pacífico.

Científicamente no se sabe cuándo vendrá un sismo desde la Brecha de Guerrero, pero la Placa de Cocos continúa su movimiento lento y acumulando energía. Los últimos registros datan de 1899 cuando tembló con una magnitud de 7.5 y en 1911 que fue de 7.7.
Lo que sí aseguran los sismólogos es que de la Brecha de Guerrero vendrá un sismo importante que podría tener repercusiones de considerable peligro para la Ciudad de México.

Ante la incertidumbre sobre ese importante sismo, lo que la población sí puede hacer es estar mejor preparadas para tomar las cosas en serio, aprender a convivir con el riesgo, aceptarlo y manejarlo, y no de manera traumática.

Hoy se ha generado mucha información sobre los riesgos geológicos en la Cuenca del Valle de México, y lo importante es cada año las autoridades de los tres órdenes de gobierno (federal, estatal y local) actualicen los programas de desarrollo urbano tomando en cuenta las variables de vulnerabilidad.

El aspecto geológico es muy importante que se incluya en los programas de desarrollo urbano.
El desastre del Cerro del Chiquihuite, en Tlalnepantla (2021), o las trágicas inundaciones en Tula, Hidalgo (2021), nos envían señales de la lentitud, ignorancia, omisión y hasta corrupción que existe en los gobiernos.

¿De qué nos sirve tener un gran banco de datos científicos sobre los riesgos geológicos cuando las acciones de gobierno son difusas, omisas y corruptas? Por años se ha dejado a que la gente se asiente en zonas de alta vulnerabilidad, y los dejan hasta que se consoliden colonias, y al paso del tiempo viene la tragedia. Los desastres se desarrollan, no se presentan al momento. 
La corrupción empieza desde que se deja que la gente ocupe las laderas, que construya en zonas de agrietamiento del subsuelo o que invada el suelo de conservación.
Las reacciones siempre son más costosas que las acciones preventivas.

Hoy la sociedad está mejor preparada en comparación a 1985. También la innovación tecnológica está a la vanguardia en materia de protección civil, se tienen mapas sísmicos de todo el Valle de México, 11 entidades del país cuentan con el Sistema de Alerta Sísmica, y el Servicio Sismológico Nacional (SSN) ampliará su red de monitoreo en la República Mexicana al sumar 40 estaciones a las 100 que actualmente operan (30 en el Valle de México y 70 en otras entidades). Las nuevas estaciones estarán en la región norte, principalmente en Chihuahua y Nuevo León, y fortalecerán la cobertura en la zona sur, en el estado de Oaxaca.

Cabe precisar que el SSN registra diariamente 100 sismos en el país, y además, es el organismo autorizado para dar información sobre la ubicación espacial y magnitud de los sismos.