En el olvido la salud urbana
Los problemas de salud urbana se han intensificado en las grandes ciudades de México, principalmente, por: deficientes políticas de planeación u omisiones; crisis de movilidad y flaquezas en saneamiento; tráfico permanente y fuera de control; zonas inseguras; calidad de vivienda; deficientes servicios de salud y urbanos; desigualdades sociales y económicas, entre otros.

Por Alejandro Ramos Magaña
Los problemas de salud urbana se han intensificado en las grandes ciudades de México, principalmente, por: deficientes políticas de planeación u omisiones; crisis de movilidad y flaquezas en saneamiento; tráfico permanente y fuera de control; zonas inseguras; calidad de vivienda; deficientes servicios de salud y urbanos; desigualdades sociales y económicas, entre otros.
El crecimiento poblacional, como ocurre principalmente en las zonas metropolitanas del
país, está desfasado de una estrategia integral y de largo plazo para brindar salud y bienestar a las personas, y por eso al crecer la mancha urbana el impacto será de arrasamiento a los recursos naturales y mayor demanda en todos lo servicios urbanos, los cuales quedan rebasados por falta de gobernanza, así como por administraciones clientelares y corruptas. Es como sembrar bombas de tiempo en las entidades de la República.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido con precisión que el desarrollo urbano debe apuntar en garantizar la salud de las personas sin importar el entorno social donde se encuentren. Máxime si tomamos en cuenta la proyección que hace la ONU-Hábitat de que para el 2050 la mitad de la población mundial (actualmente somos más de 8,200 millones de habitantes en todo el planeta y se estima que en 60 años llegaremos a casi 10,300 millones), vivirá en zonas urbanas, y 2 mil millones de éstas lo harán en áreas marginales con deficiente infraestructura urbana.
Por ejemplo, en las Zonas Metropolitanas de la Ciudad de México, Guadalajara, Tijuana, Ciudad Juárez, Monterrey, Puebla, Oaxaca, Xalapa y Mérida, entre otras, los problemas afloran y se agudizan sistemáticamente: mala calidad del aire, contaminación de ruido, intenso tráfico, “islas de calor” por la expansión de las superficies de concreto (que elevan la temperatura entre 5 y 10 grados Celsius más que en las zonas de la periferia), escasez de agua y de áreas naturales por el arrasamiento de bosques y montes. El espacio público enfrenta una acelerada pérdida y deterioro (invadido por el comercio informal y por automóviles y motocicletas), todo esto coadyuva a elevar el estrés, la ansiedad y otros males cardiovasculares, pulmonares, diabéticos y mentales en las personas.
Las caóticas zonas urbanas tienden a aumentar las enfermedades que no son transmisibles como la diabetes y la obesidad, vinculadas también a la falta de ejercicios y por los hábitos de una vida sedentario.
La propia OMS clasifica a la contaminación acústica, provocada por el severo tráfico vehicular, como un factor perjudicial sólo por abajo de la mala calidad del aire. Y en el caso de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México que posee un parque vehicular de más de 10 millones automotores, el impacto no sólo eleva la contaminación atmosférica, sino que, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), genera pérdidas anuales de tiempo que equivalen a aproximadamente a 35 mil millones de pesos.
Y otro problema en ascenso es el de las motocicletas, y de acuerdo con el INEGI este parque vehicular creció más del 200%, ya que de los 2.5 millones de unidades registradas que había en México en 2012, en 2024 alcanzó a rebasar los 6 millones. Y las motos están involucradas en el 20% de los accidentes anuales con víctimas.
Automovilistas, peatones y ciclistas se quejan de la inseguridad que han generado los motociclistas en avenidas, calles y en las autopistas.
“Todos los días manejo estresado y haciendo corajes por motociclistas que se pasan los altos, conducen a alta velocidad, van en sentido contrario o rebasan en zigzag”, me dijo un chofer de UBER.
“El deterioro de la salud mental en la población va en aumento en las zonas urbanas, y con ello la agresividad se manifiesta todos los días en las calles “, asevera una investigadora de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Durante la pandemia por el SARS-CoV-2 que impactó a México entre 2020 y 2022, y que obligó a un largo confinamiento en casa, sin duda abrió una brecha para el debate y el análisis, así como una presión hacia las autoridades, legisladores y expertos para replantear las políticas hacia una auténtica planeación urbana integral para las siguientes décadas, tal y como hoy ya lo empezaron a hacer países como Estados Unidos, principalmente en el estado de California con una nueva política de urbanismo llamada: “calles lentas”, cerradas para los vehículos y exclusivas para el peatón y la convivencia.
La gente durante la crisis sanitaria buscó los parques y jardines para ejercitarse o caminar sin el riesgo de contagiarse, pero ante la escasez de éstos, en el mayor de los casos sólo tenían como opción las banquetas (en muchos casos reducidas), camellones o estacionamientos.
Algunos urbanistas en México han propuesto retomar experiencias internacionales para que se norme el cierre de calles y avenidas al tránsito vehicular, y dejar que la gente aproveche el espacio amplio para caminar y convivir. Otros expertos más plantean que se continúe con la política de movilidad de extender las ciclovías y conectarlas entre colonias y barrios, así como ensanchar las banquetas para privilegiar al peatón, en detrimento del automóvil que perdería carriles de rodamiento. La clave, dicen los urbanistas, está en la distribución inteligente del espacio público y en elevar la calidad de los servicios para abatir la desigualdad social.
Los especialistas de la OMS han reiterado que los espacios naturales como bosques, parques y jardines, ayudan a que la población reduzca el estrés, mejore su salud mental y en general de todo el organismo humano.
Las enfermedades generadas por la acumulación de las malas políticas de planeación urbana siguen creciendo de forma silenciosa, y también la gente muere por éstas. El finado Premio Nobel de Química, Mario Molina, estimó hasta principios de 2020 que, en promedio anual, mueren prematuramente 25 mil personas en el Valle de México por enfermedades asociadas a la contaminación del aire.
Además, Greenpeace México informó que existe evidencia científica de que la exposición a la mala calidad del aire aumenta el riesgo de infecciones pulmonares graves y hasta muerte por Covid-19 y sus variantes.
La situación de la salud urbana en México requiere con urgencia una estrategia integral y una sólida cooperación entre actores institucionales públicos y privados, sin descuidar a la sociedad civil.
Hoy el desastre urbano muestra la huella de gobernantes incapaces, negligentes, demagogos y corruptos.